Tamara de Lempicka cuyo nombre real era Tamara Rosalia Gurwik-Górska fue una pintora de origen polaco que alcanzó la fama por toda Europa como una artista referente del art decó. Se caracterizaba como una persona con talento por la pintura que nació en el seno de una familia adinerada.
En nuestro restaurante lounge podrás encontrar diversos cuadros de Lempicka, todos ellos inspirados en figuras femeninas con trazos al puro estilo decó. que se resaltan como un “cubismo suave” en las formas de sus personajes, pero que en verdad adoptan diversos tipos de estilos de arte adaptados (este movimiento se conoce como eclecticismo) a un entorno más moderno.
Con este artículo rendimos un homenaje a la artista por toda su trayectoria como pintora y ser humano, recopilando una serie de anécdotas referentes a su vida y al origen de sus influencias artísticas que años más tarde, la hicieron una artista de talla mundial en el mundo del arte del siglo XIX.
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El origen de la pasión de Lempicka por la pintura
Según la propia biografía de la artista, su pasión por la pintura se gestó durante su infancia. En ese entonces la artista solía viajar los veranos a Italia para visitar a su abuela, la cual la llevaba periódicamente a visitar galerías de arte, museos y espacios culturales de la ciudad.
Tamara de Lempicka sentía fascinación por las obras de pintores italianos como Agnolo Bronzino las cuales en palabras de la artista representaban líneas con trazos limpios y las superficies saturadas.
Una de las anécdotas más conocidas de su infancia, fue cuando su familia de clase acaudalada contrató a un pintor para realizar retratos familiares individuales. Se dice que tras la sesión con el pintor, la artista no quedó muy convencida por el resultado.
A modo de distracción realizó su propio autorretrato, que sorprendentemente acabó superando el trabajo del propio pintor.
La Adultez y los tiempos difíciles
Tras casarse con su primer marido Lempicki y huir de Rusia, a sus 18 años comenzó su formación artística en las escuelas de París (como la famosa Académie de la Grande Chaumière) donde comenzó a experimentar con otros estilos del momento como el cubismo y el fovismo.
Como estudiante autodidacta una de sus primeras obras fue un retrato de su hija Kizette en el balcón, su hija en más de una ocasión actuó como modelo para experimentar los diferentes estilos. Este periodo se vio principalmente truncado por el comienzo de la primera guerra mundial y el encarcelamiento de su marido.
Tras al heroico rescate de su marido que estaba en manos de los bolcheviques se mudaron a Francia, donde Lempicka comenzó a estudiar en varias academias para ganarse la vida como artista.
El estrellato de su carrera
A medida que pasaban los años, su estilo no pasaba inadvertidos, muchas personas de la clase alta con las que se codeaba fueron atraídos por la novedad y su estilo fuerte y atrevido (en cierta manera como su personalidad)
por ello se decidió presentar diferentes galerías de arte, donde ganó bastante popularidad.
En esa época, ella misma se divorció de su marido y tras un tiempo se estableció en América junto a su nueva pareja y su hija.
En ese momento Tamara de Lempicka era ya conocida fuera de Europa y muchas de sus obras se presentaron o se vendieron en muchas galerías de arte y exposiciones.
Las fiestas y las excentricidades de la artista
Tal y como introducimos al principio, la artista provenía de una familia adinerada y estaba a acostumbrada a una vida de lujos.
A medida que fue creciendo como artista, ella misma fue influenciada por el libertinaje social de los años 20, una nueva manera de pensar respecto a los límites morales que imponía la sociedad.
La liberación moralista, las fiestas con la clase aristocrática, el consumo de drogas, los caprichos innecesarios y el sexo desenfrenado definieron en sobre medida las influencias artísticas de la artista en sus obras a lo largo de su madurez.
Muchos de sus trabajos fueron repintados por ella misma, una vez se retiró como artista.
Solo un lugar en el mundo donde retirarse
México fue una de las ciudades que conquistó el corazón de Tamara de Lempicka durante sus 3 viajes por el mundo y tal fue así que en sus últimos años se mudó allí. La propia ciudad conserva algunas de las últimas obras y trabajos de la artista.
Se dice que uno de sus últimos deseos en vida, fue que sus cenizas se esparcieran por las faldas del volcán Popocatepetl.
